Corelli Musici

Cada boda es un acontecimiento único e irrepetible

A través de este concepto, muchas parejas desean resaltar la ocasión con todo lo que encuentren a su paso. Y pudiera estar bien. Tienen mucha razón. Hay una meta que cumplir: desde luego que no pase desapercibida y que, al contrario, sea verdaderamente notable. Para ello, se hace obligatoria la conjugación de muchos detalles. Nada puede ni debe sersimple, porque ¿Cómo en una ocasión tan especial alguien podría hacer cosas simples? ¿En qué cabeza cabe?

Entonces un fenómeno ocurre en la organización de toda boda, invariable en el cien por ciento de ellas. No hay una que se escape porque al final no es decisión de una pareja, sino de los familiares y amistades que van a participar: cobra así más importancia la forma que el fondo. Es más importante el cómo que el porqué. La visión general es que la iglesia cumpla su parte como escenografía, como en una telenovela, y como lo dictan las normas sociales, porque ¿Cómo va a ser posible que no haya tal cosa, qué van a decir tus tíos? o “imposible que no se consiga tal color, es lo que tradicionalmente se lleva con la ocasión”.

Poco a poco, la idea central que es recibir – comenzar a vivir – un sacramento, el matrimonio, se va desvaneciendo. Es más importante saber cuántos invitados habrá para calcular los montos de alimentos y bebidas que el significado de la homilía. Bueno, después de todo, se supone que la pareja va a la iglesia por una consigna sacramental y es que dentro de la misa todo gira alrededor de una figura central. Hasta donde todos sabemos esta figura central es Jesucristo. Todo lo demás podría faltar, pero no sucede así. Lo más importante deja de ser lo más importante.

En este ambiente, la marcha nupcial de Mendelssohn, o cualquier otra pieza del catálogo de otros compositores magistrales, tiene un lugar de privilegio, respaldada por la “tradición”, por las reglas de etiqueta y…comienza la confrontación. “La iglesia la prohíbe, pero hablemos con el padre y podremos convencerlo; esta es una ocasión que no se va a repetir; además ¿Por qué la prohíben?”.

Un poco de historia

Félix Mendelssohn, genio alemán (1809-1847) del periodo romántico, desde niño fue un prodigio de la música. A la edad de 20 años realizó el primero de diez viajes a la Inglaterra victoriana, donde conquistó el aplauso de la realeza y de la crítica especializada.

Precisamente por esta predilección de la reina Victoria y el príncipe Alberto hacia la obra de Mendelssohn, en 1858 (años después de la muerte del compositor) fue interpretada su popularísima marcha nupcial, durante los esponsales de la princesa Victoria de Sajonia-Coburgo-Gotha, hija de los reyes ingleses con Federico III de Alemania. Esta pieza musical forma parte del “Sueño de una noche de verano”, homónima de la obra literaria de Shakespeare.

Así fue como empezó una tradición que, para ser claros, no tuvo relación con la celebración de una ceremonia religiosa católica.

Conclusiones

Habría que reflexionar acerca de qué es lo que uno busca mediante una ceremonia de boda. ¿Lucirse ante los demás o ir al encuentro de Dios? ¿Podría haber un punto de equilibrio entre ambas cosas? Seguramente la respuesta está en uno mismo. Solo es necesario reflexionar cómo se quiere llegar al altar, si con una marcha no compuesta para tal ceremonia o, en vez de ello, con un corazón sincero que pone a Dios en primer lugar.