Corelli Musici

 

VICTOR CELIS, CREADOR DE MÚSICA

Por Felipe de J. Cervera

El diecisiete de este junio el concierto del maestro Víctor Celis convocó a Mérida para conocer lo más reciente de su obra. La experiencia de escuchar su trabajo obliga a replantearse ciertas cosas, conceptos que tienen que ver con Yucatán, con la música, con uno mismo. Sin usar palabras, la guitarra es principal extensión de su poesía, que asciende a otros niveles cuando trae una primavera de sonidos con el clarinete, la flauta y otros instrumentos de percusión y de enriquecimiento armónico. Pero hay que ir por partes.

Por una diversidad de motivaciones, se tiene una conciencia generalacerca de qué es Yucatán, conciencia que, sumada, describe una muestra del paraíso. Se atisba una ventana al pasado, cuya razón e inspiraciones no son huella solamente de lo que fue, sino de lo que sigue siendo. En todo lugar, donde se pose la vista hay mucho que mirar para admirar.

Yucatán respira a través de lo tangible en su universo impar, no tiene un principio ni tiene fin. Se aprecia por el refinamiento de su arquitectura humana o por la arquitectura natural de su paisaje, con su vestido perenne de flora que es aliento de vida, es pan, es sanación. Ese entorno admirable nos deja mudos al tragar el horizonte con los ojos donde quiera que se esté, desde algún cerro de Muna, a orillas de un cenote o de una playa, donde la brisa refresca lo que el sol se ha encargado de dorar.

Yucatán también respira a través de lo intangible. Tiene el acento marcado por la elocuencia del español pronunciado en maya, el alma sencilla de su gente, el cielo irisado tras una lluvia buena en cualquiera de sus tardes, casi todas hijas del verano. Todo hace entender, sin demostraciones, qué significa haber nacido aquí. Desde el brocal del pozo, encuentra la manera de explicar lo profundo de su espíritu al que hoy acaba de llegar.

Dejarse invadir de Yucatán es un acto de comunión. Deja una identidad que se lleva a donde uno va y se tiene para siempre dentro de uno. El romance entre guitarra y voz, que ha sonado pasando la centuria, encuentra y vuelve a encontrar acordes y melodías para seguir definiendo ese espíritu.

Víctor Celis, adentro de ese romance, halló una forma nueva de decirYucatán. Ha construido una música que emociona con sus misterios. Algo como magia sale de su guitarra para hacer surgir sentimientos de alegría, de nostalgias y de amor por esta tierra caliza, como hace mucho se deseaba escuchar. Le canta a la ceiba y al maquech1, al viento y a la mujer, con su lenguaje propio alimentado algunos instantes por genios de la composición mexicana como Julio César Oliva y otros influyentes buenos como Brower, Kleynjans o inclusive el padre de la música, Juan Sebastián Bach.

Su Suite Yucateca es un crisol de bambuco, bolero, clave, evocación y danza que de igual modo, dan nombre a las partes que la forman. Es una puerta a la añoranza por un Yucatán ajeno a la época actual; es regresar al hogar, tras el paso del tiempo, hallando los detalles que nos unen al pasado. Entre otras cosas, motiva la esperanza de que es posible sentir la calidez de otros tiempos.

Los capítulos de la Suite “Hunxéet Lu’um” (Paisaje), desde sus nombres mayas Yaax Che’ (Ceiba), Péepen (Mariposa), Makech (Escarabajo decorado), Maskab Che’ (Flamboyán), Iik’ (Viento) son por principio una mezcla agraciada de ingredientes, en el que tienen espacio sus influencias musicales, pero en contexto propio, con pasajes cuidadosamente dispuestos, tan sorprendentes que logran que el tiempo se detenga.

No obstante, la creación musical no se limita a la identificación con lo yucatanense. Como uno más de los grandes, expresa su composición en términos cada vez mayores. Llega a Brasil y no escatima. Canta“Dois Instantes” y “Ecos de Brasil” en bossa nova, en choro y otros ritmos que sin esfuerzo remueven sentimientos, con virtuosismo de estructura y de trasfondo y virtuosismo en la interpretación, primero la suya propia guitarra en mano y gradualmente con la voz cantarina del clarinete (Raúl Lara), en aquella versión primera de un Celis yucateco. Cantando en brasileño, homenajea al cielo, a la paloma, a Machado y a Villalobos, creando una felicidad de instrumentos unidos en canto constante: otra guitarra, la de Rigel Talles, que va progresando por donde progresa la de Víctor; la flauta de Gabriela Loolbej, en una charla plena de matices con el clarinete de Raúl; el elegante y puntual cajón peruano de Antonio Dzib y la voz rítmica y grave del bajo electroacústico en manos de Luis Romero, amarrando los acordes para el máximo acuerdo con los otros.

Se sabe al final del concierto que las palabras ceden su sitio a los acordes y que estos ceden su sitio a la emoción. Víctor Celis puede hacerlo. Es indudable.

1Maquech, escarabajo decorado típico de la artesanía yucateca